
La alergia a los alimentos ocurre cuando el sistema inmune reacciona frente a una sustancia concreta (alérgeno) que es bien tolerada por la mayoría de personas. El alérgeno es principalmente una proteína de un alimento con la que el afectado entra en contacto por ingestión, contacto o inhalación. La reacción más común es la formación de anticuerpos IgE (inmunoglobulina E)
El proceso es el siguiente: la primera vez que se ingiere el alimento causante de alergia, el organismo produce las IgE específicas dirigidas contra alguna proteína de ese producto; en la segunda vez, los anticuerpos reaccionan contra la comida estimulando la fabricación de histamina y otras sustancias químicas (llamadas mediadores) que causan los síntomas de la alergia: urticaria, eccema, angioedemas (se hinchan los labios, los dedos de las manos, de los pies, etcétera), dermatitis atópica y shock anafiláctico -poco frecuente- si la reacción alérgica afecta a varios órganos, y que puede comprometer la salud del bebé.
Las manifestaciones clínicas en la alergia pueden tener un inicio agudo durante los primeros seis meses de vida, con diarrea grave, vómitos, dolores abdominales, fiebre, etc.; o un inicio tardío que cursa con retraso en el crecimiento (peso y talla), heces voluminosas, distensión abdominal y signos de malnutrición como anemia ferropénica (por mala absorción de hierro).
El 50% de las alergias alimentarias se desarrolla en el primer año de vida
La alimentación del niño en su primer año de vida es decisiva para potenciar las defensas naturales de su organismo frente a alergenos alimentarios. Expertos en alergología coinciden en que la alimentación materna debería mantenerse, al menos, en este primer año y retardar la introducción de alimentos potencialmente alergénicos como aquellos que contienen gluten (papillas con trigo, avena, cebada o centeno), leche de vaca, huevos, pescado y soja hasta pasados los 12 meses de edad; sobre todo cuando existen antecedentes genéticos familiares que predisponen a sufrir alergias.
La susceptibilidad a uno u otro alimento varía también según la edad
En el primer año de vida, las mayores amenazas suelen centrarse en la leche, los huevos, el pescado y los cereales.
En el segundo, los alimentos que causan más problemas son las frutas (sobre todo las rosáceas: melocotón y albaricoque) y los cítricos. En el tercer año de edad, pasan a formar parte de la lista el pescado y los frutos secos (cacahuete, avellana, nuez y almendra).
La duración de estos cuadros a lo largo de la vida también es variable. En el primer año de vida la alergia a la leche, por ejemplo, suele ser transitoria, solucionándose a los 18-24 meses. En cambio, la alergia al huevo suele durar 10 ó 15 años o toda la vida. La hipersensibilidad a los frutos secos y pescados también es duradera.
Por otra parte, en un informe que publica el Boletín del Consejo Europeo de Información Alimentaria (EUFIC), advierten de que las alergias alimentarias varían según los alimentos complementarios locales: Por ejemplo, las reacciones al arroz son más frecuentes en Japón que en Europa, y lo eran las reacciones a los cacahuetes en EEUU, hasta su reciente aumento en Europa.
El tratamiento dietético de estas alergias es el más eficaz y consiste en suprimir los alimentos alergizantes. De esta manera se consigue que al cabo de unos años el sistema inmunológico se normalice, y en muchas ocasiones, el niño acaba tolerando los alimentos que le producían alergia.
Sin embargo, en numerosas ocasiones la dieta de eliminación pueden plantear inconvenientes, puesto que hay sustancias alergizantes que no aparecen en las etiquetas (alimentos ocultos). No existen tampoco normas claras al respecto y algunos alimentos o sustancias cuando se encuentran en proporciones bajas no se incluyen en el etiquetado.
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